Creo en Aquiles Nazoa
siempre vivo, creador de gestos, acciones y palabras. Creo en ese hombre que,
como Martín Tinajero, también tenía su corazón de miel. Aunque a veces picara, según
se cuenta, con aguijón preciso. Como si fuera una avispa brava. E inteligente.
Creo en ese Aquiles
lector. Tal como creo en el mágico vuelo en que nos embarcamos cuando lo
leemos, por las múltiples referencias literarias de su Credo. Ese texto que leí, por primera vez, hace cincuenta años, en una
gran hoja de papel que llegó, dentro de un
tubo de cartón, a la casa de unos compañeros de mi pueblito de recuerdos. Había
sido enviado desde esta Tierra de Gracia por un guerrillero que estuvo viviendo
ahí, durante su exilio. Sí, en la ciudad
de Treinta y Tres, como a treinta y tres grados al sur y de donde salí con
treinta y tres años ─casi por las mismas razones que el otro estuvo allá─ hacia
estas tierras que uno y sus secuaces, a la vuelta de los años, están queriendo
convertir en tierra de desgracias.
Creo en su humor tan
venezolano, que se ríe de sí mismo y de su entorno. Como para que sepamos que
la risa es cosa seria porque nos da, como la tristeza, razones de vida. Creo en
su ternura, volcada en sus cuentos y poemas, ese río que fluye en aguas claras,
transparentes, y del cual tenemos que beber, en sagrado día a día, para seguir
viviendo.
Creo en su amor por las
cosas sencillas ─improvisador, nunca improvisado─ que, como las muñecas de trapos, los trompos, las
perinolas, las metras y los gurrufíos, siempre abren puertas y ventanas en el
corazón de los hombres.
En fin, creo en ti,
Aquiles Nazoa que siempre estuviste del otro lado de las dictaduras. Como creo
en la profundidad de tus palabras que llegan a todos, porque vienen de todos. Y
que, además, nunca serán entendidas a cabalidad por los golosos del poder, los
mentirosos y los falsarios. Y, ─¡oh, maravilla!─ no correrán el peligro de ser
expropiadas por ellos.
Texto: Armando Quintero. Ilustración: para cuento de Aquiles Nazoa encontrado en Google